Sesgos cognitivos en política

Los sesgos cognitivos son atajos mentales que evolutivamente han sido útiles porque nos han permitido tomar decisiones de forma más rápida.

Si bien pueden ser útiles, en ocasiones la falta de racionalidad, de información u objetividad nos pueden llevar equivocación. Estos errores sistemáticos en los procesos cognitivos (pensamiento, percepción, memoria, entre otros) nos producen una desviación en el procesamiento mental, nos pueden alejar de la racionalidad o nublar nuestro juicio.

Nos puede parecer que somos racionales e imparciales, pero caemos en toda clase de errores cognitivos sin darnos cuenta.

Estos son algunos de los sesgos que pueden influir en nuestro voto y ante los que deberíamos estar atentos:

Sesgo de confirmación: solo hacemos caso a los datos que apoyan nuestras ideas y somos escépticos con la información que nos contradice. Lo vemos continuamente en economía, por ejemplo: se suelen escoger los datos que confirman que bajar impuestos reactiva la economía, pero se desechan los contrarios de modo más emocional que racional. Y viceversa.

Efecto halo: Si ves a una persona con un rasgo positivo, esa impresión positiva se extenderá a sus otros rasgos. Este efecto también ocurre a la inversa cuando se trata de rasgos negativos. Por eso, un candidato atractivo nos parece más inteligente y bondadoso que uno no tan agraciado, a pesar de que una cosa no tenga relación con la otra. También nos pasa cuando escuchamos las opiniones políticas de actores y cantantes: extendemos su influencia a otras áreas que no tienen nada que ver con sus dotes artísticas

Efecto marco: A menudo sacamos diferentes conclusiones de la misma información dependiendo de cómo se presente. “Si dices que la carne tiene un 30% de grasa, no la comprará nadie. Pero los resultados cambian si dices que es un 70% magra, a pesar de que es lo mismo». Por poner un ejemplo político: no interpretamos del mismo modo el número de parados (un dato negativo) que la cifra de altas en la seguridad social (un dato positivo).

Efecto arrastre: Las ideas, las modas y las creencias crecen a medida que más personas las adoptan. Es la tendencia a hacer o creer en algo porque muchas personas lo hacen o lo creen.

Maldición del conocimiento: Una vez que sabemos algo, asumimos que todos los demás también lo saben. Este sesgo cognitivo se produce cuando un individuo, en comunicación con otras personas, sin saberlo, supone que los otros tienen los antecedentes necesarios para entender lo que dice.

Sesgo de la automatización: Tendemos a confiar en los sistemas automatizados, llegando a confiar demasiado por ejemplo en la corrección automática del corrector ortográfico.

Efecto Forer: Llamado falacia de validación personal o el efecto Barnum. Consiste en atribuir descripciones de la personalidad supuestamente específicos, pero que en realidad son tan vagos o generales que se pueden aplicar a un gran número de personas. Muy utilizado en ciertas creencias como la astrología, la adivinación, la grafología, la lectura del aura y algunos de test de personalidad. Los candidatos a menudo se dirigen a «esos ciudadanos honrados, trabajadores, que hacen frente a las adversidades, que quieren disfrutar de su gente, que están hartos de la corrupción, que quieren prosperar sin dejar de vivir una vida plena». Quizás te sientas identificado. Pero solo es porque tendemos a tratar las descripciones vagas y generales como si fueran descripciones específicas y detalladas. Los horóscopos parecen creíbles por culpa de este sesgo.

Coste irrecuperable: nos cuesta más cambiar de voto si llevamos muchos años votando a los mismos. Valoramos lo que llevamos tiempo haciendo porque lo identificamos como propio. Por eso las ideologías son tan rígidas. Es más, si alguien sugiere que estamos equivocados, tendemos a reforzar nuestras ideas, en lugar de ponerlas en duda.

Sesgo de atribución: nosotros elegimos nuestro voto porque somos inteligentes y estamos informados, pero los demás no tienen ni idea o están llenos de prejuicios, y por eso votan lo que votan

Sesgo de autoridad: nos influye más quién dice algo que lo que dice. Es decir, no cuestionamos lo que nos pueda explicar un analista o un político: asumimos que sabe de lo que está hablando y que el contenido de su discurso es correcto solo porque es quien es

Subirse al carro: nos dejamos llevar por lo que opina nuestro entorno. Si todos nuestros amigos son de izquierdas, nos costará más decir que somos de derechas (a no ser que nos guste especialmente llevar la contraria, claro)

Falso consenso: sobreestimamos el grado en que otras personas están de acuerdo con nosotros. Y, relacionado con este, encontramos el sesgo de proyección: atribuimos a los demás nuestras propias creencias

Sesgo de riesgo cero: Preferimos reducir los pequeños riesgos a cero, antes incluso que buscar soluciones alternativas que pueden ser más seguras.

Sesgo del superviviente: Tendemos a centrarnos en las cosas que sobrevivieron a un proceso y pasamos por alto las que fallaron.

Observación selectiva: ocurre cuando, por ejemplo, nos rompemos una pierna y salimos a la calle y solo vemos a gente con muletas. Nos fijamos mucho más en lo que nos atañe de forma directa y le atribuimos más presencia e importancia de la que tiene.

Sesgo de status quo: Tendencia de algunas personas a valorar o apreciar en mayor medida las cosas que permanecen estables. valoramos más lo que tenemos que lo que podríamos conseguir, aunque a veces esto signifique perder oportunidades. Es decir, por lo general somos reacios a los cambios.

El punto ciego: no somos conscientes de nuestros propios sesgos. Los vemos clarísimos en los demás, pero no nos damos cuenta cuando nosotros caemos en uno. Esto pasa sobre todo y precisamente cuando empezamos a aprender sobre sesgos.

sesgo por interés personal: Todos nos creemos mejores que la media y si no, preguntad a cualquier conductor. Esto tiene su parte positiva, porque nos protege de depresiones y estrés, además de alimentar nuestras esperanzas. Pero nos lleva a creernos inmunes a los errores.

Efecto IKEA: Le damos mayor valor a las cosas que hemos creado parcialmente nosotros mismos.

Efecto Dunning-Kruger: Cuanto menos sepas, más confianza tendrás. Cuanto más sabes, menos confianza tienes.

Sesgo de disconformidad: Es la tendencia a realizar un crítico escrutinio de la información cuando contradice sus principales creencias y aceptar sin criterio aquella información que es congruente con sus principales creencias.

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